Cuando una niña se vuelve mujer: una historia de abuso psicológico - Parte 1
Vi una y otra vez como otras mujeres eran derrumbadas a mi alrededor. Nunca pensé que yo también sería derribada.
Greece, Southern Europe
Story by Maria Sotiropoulou. Translated by Leonardo Ismael Pérez Correa
Published on April 9, 2021.
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Desde temprana edad, escuchaba historias de mujeres poderosas. Alentada por las palabras de mi madre, crecí con la percepción de que nunca debía permitir que nada me quebrase. En mi mente llevaba una imagen de como debía verse una mujer independiente: siempre erguida y haciendo frente a todos sus obstáculos y enemigos.
Al crecer, fui lentamente entendiendo que la vida no es ni un cuento de hadas ni una película de mujeres empoderadas en un espacio dominado por hombres. Vi una y otra vez como otras mujeres eran derrumbadas a mi alrededor, sin importar cuanto se esforzaban. Sin embargo, no dejé que esto le cortara las alas a mis aspiraciones y mis sueños. Pero principalmente, nunca pensé que, en algún momento de mi vida, yo también podría ser derribada. Aún no me daba cuenta de que mi glamorosa imagen mental no reflejaba la realidad.
Muchos me han advertido –y aún lo hacen— que el campo de la política en la que quiero trabajar está dominado por hombres. Cuando empecé a trabajar en mi organización, [1] Era muy proactiva. Debido a mi ingenuidad y falta de consciencia sobre la industria, acabé ignorando varias señales de advertencia—algo que tendemos a hacer cuando estamos emocionados y asustados a la vez. Esto es especialmente cierto en situaciones con relaciones desiguales donde una parte mantiene una posición de poder y autoridad.
El mundo de los poderosos en trajes, los discursos políticos y el compromiso público me hechizaron en mis primeros años de estudiante. Tomé todas las oportunidades que me llegaron, sin tomar en cuenta que algunas cosas te “llegan al plato” más fácilmente de lo que parecen. Creí que iba por el camino correcto, percibía cada oportunidad como un paso más hacia a mis sueños. Por supuesto, cada paso venía con sus propios desafíos, pero los consideré algo inevitable y normal, porque después recibiría el premio que me había ganado. O eso pensé.
Nadie me avisó que esas dificultades incluían actitudes manipuladores, condescendientes y sexistas. Asumí que, por cada paso dado, tendría a un “mentor” protegiéndome, mostrándome lo que estaba bien y lo que estaba mal, lo ético y lo poco ético. Y más importantemente, aceptaba las palabras enjuiciadoras como normales en el contexto, como “la forma en que son las cosas”.
Desde comentarios amargados sobre mi apariencia y feminidad, hasta el hecho de que con una personalidad fuerte y extrovertida, la gente decía que yo daría “todo en mi poder” para obtener lo que quisiera. Todas esas horribles palabras las entendía como bromas inocentes e incluso “consejos amistosos".
Después de un tiempo, empecé a darme cuenta de que los consejos que mi “mentor” me daba no siempre eran legítimos. Comencé a tomar iniciativa propia, siguiendo el camino que yo había hecho para mí misma, sin estar pidiendo consejos específicos todo el tiempo. No quería encajar en el molde que alguien más ya había creado.
Pero esto se volvió un punto de cambio en mi vida, lo cual desafortunadamente no predije. Siempre se esperaba que yo diera lo mejor de mí misma, pero nunca que superara a mi “mentor”. No sabía lo mal que eso iba a terminar.
Lee la segunda parte de esta historia.
[1] Debido a posibles críticas el nombre de la organización fue omitido.
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