Desearía que mi hogar fuese un mejor lugar para vivir
La inmigración es difícil, estar lejos de familiares y amigos, aprender un nuevo idioma y ser tratado como un ciudadano de segunda clase (especialmente si se viene del Medio Oriente). Además, si uno es viejo, es básicamente empezar la vida desde cero.
Iran, Western Asia
Story by Noosha. Translated by Leonardo Ismael Pérez Correa
Published on February 23, 2020.
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Cuando tenía 20 años, decidí inmigrar a Vienna para continuar con mi educación. Planeaba estudiar, conseguir un trabajo y posiblemente vivir el resto de mi vida en esa ciudad. Ese fue el año en que votamos por Mir-Hosein Musaví, ¡pero Ahmadineyad salió electo! De repente todo cambió. Me enamoré de Mehrdad mientras intentaba conseguir una visa. Mehrdad quería vivir en Irán. Él quería reconstruir Irán. Creía que los pasos pequeños llevaban a grandes cambios, y tenía mucha esperanza en el progreso y reforma de Irán. Amaba Irán, igual que yo; ¡nos casamos y así me quedé!
Cada año nos despedíamos de más y más amigos, algunos se iban a Europa, otros a América, pero todos en busca de una mejor vida. Nosotros nos quedamos, a pesar de que pensábamos día y noche sobre inmigrar día y noche, era inevitable dudar de nuestra decisión. La inmigración es difícil, estar lejos de familiares y amigos, aprender un nuevo idioma y ser tratado como un ciudadano de segunda clase (especialmente si se viene del Medio Oriente). Además, si uno es viejo, es básicamente empezar la vida desde cero.
Los reportes indican que unas 10,000 personas abandonaron Irán a consecuencia de la décima elección presidencial, y el número aumenta cada año. Para los de Medio Oriente, la inmigración puede ser incluso más difícil que para otros, porque tenemos un gran apego a la familia e incluso a la lengua materna.
Pero también es difícil vivir en un país que enfrenta tantos problemas tan importantes. “¿Cuántas veces podremos vivir la vida?” nos preguntamos cada día. Enfrentamos problemas como la falta de libertad social, la inflación y los precios altos, la amenaza de las sanciones y posibles guerras, e incluso las crisis hídricas y ambientales.
Han pasado 10 años desde que decidí inmigrar (y no lo hice) y sigo dudando de quedarme todos los días. Mi esposo y yo manejamos una gran librería, y seguimos intentando llegar a los grandes cambios por pasos pequeños, pero despertamos por las mañanas con la idea de irnos de Irán, y nos vamos a dormir pensando lo mismo, mientras nos decimos hacia nuestros adentros: “Desearía que mi casa fuese un mejor lugar para vivir”.
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